Aunque el sonido más conocido de los gatos es el maullido, no es el único. Los gatos pueden:
– ronronear: para acunarse a sí mismos o a otro gato.
– emitir un chirrido como un trino: para comunicarse entre la madre y los cachorros o entre ellos.
– bufar o gruñir: cuando se defienden o se pelean.
– Imitar el sonido de los pájaros, cuando están en aptitud de cazar.
– emitir aullidos o alaridos: para llamar a la pelea.
– hacer sonidos entre las hembras y los machos para llamar su atención.
– emitir un ligero murmullo como agradecimiento por la atención prestada.
Como veis, cada uno de estos sonidos les sirven para algo concreto y son los que usan con los de su especie; sin embargo, el maullido solo lo emplean con los humanos para solicitar atención.
En la historia que presento a continuación cuento como un gato siamés llamado Luke encontró su maullido.
LUKE ENCUENTRA SU VOZ
Hola, me llamo Leia y soy una gata.
Empecé mi vida de mascota casera siendo gata única. Fui a parar a un hogar muy agradable, donde mi nueva cuidadora que se llamaba Rosa me mimaba y me daba de comer, que era lo que más me gustaba.
Pero fueron apareciendo más habitantes peludos en la casa. Primero vino un siamés travieso que tenía seis meses. Rosa decía que jugara con él, pero a mi me agotaba. No sé por qué se creía que era su madre y estaba siempre detrás de mí, haciendo un trino, como el que emplean los cachorros con su madre.
Por más que le evitaba, siempre me pedía a mí las cosas y, por mucho que intenté que maullase para que se lo pidiese a nuestra cuidadora, no lo conseguí.
Al cabo de unos días en la casa, llegué a la conclusión de que debía ser mudo, y por eso no sabía maullar y tenía que estar siempre pendiente de él. Solo descansaba cuando se dormía.
Y LLEGÓ OTRA
Rosa se debió dar cuenta de lo que me incordiaba y trajo a otra gatita a casa, para que Luke jugase con ella y me dejase a mí tranquila. Que una ya tenía una edad, para andar educando cachorros.
La nueva se llamaba Beatriz, y creo que tenía apellido y todo, pero nuestra cuidadora la llamaba Bea. Era unos meses más joven que Luke, pero entre ellos se entendían muy bien. Siempre estaban juntos, jugaban, se lamían y hacían todas esas cosas que deben hacer los cachorritos.
Eso sí, ésta si que maullaba, no muy alto, pero lo hacía.
No sé si lo sabéis, pero los maullidos los empleamos solo para hablar con humanos y pedirles que nos atiendan. Como Luke no maullaba, siempre éramos Bea o yo las que le pedíamos a Rosa la comida, que nos mimase o que limpiase los areneros. Por lo menos ya nos repartíamos la tarea entre dos.
LA MUDANZA
Y allí estábamos en nuestro pequeño piso tan felices cuando un buen día, Rosa se volvió loca y empezó a meter todo en cajas de cartón. Cada día había menos cosas en la casa y más cajas de cartón en el dormitorio, en el salón, en el pasillo y hasta en la cocina.
Cuando ya no cabía ni una caja más y todos los muebles de la casa estaban vacíos, Rosa nos anunció:
—Chicos, nos mudamos. Vamos a vivir a otra casa.
Y ahí empezó otro gran cambio en mi vida. Vino gente a la casa y Rosa nos encerró a los tres en el cuarto de baño. Fue un día horrible, escuchábamos voces, ruidos, golpes y nadie nos hacía ni caso.
Luke estaba deprimido y no se movía. Bea no hacia más que maullar y yo, como era la mayor, tenía que intentar consolarlos a los dos.
Cuando todo se quedó silencioso, apareció Rosa que nos abrió la puerta y nos dejó salir de nuestro encierro. ¡La casa estaba vacía! No había camas, ni sillones, ni nada de nada. Solo paredes y puertas.
Menos mal que nos dejó comida y agua, porque después de esto se fue y nos dejó solos.
A Luke se le quitó la depresión al sacarle de su encierro y se dedicó a corretear por toda la casa y Bea se dedicaba a jugar con él y a subir al fregadero en la cocina. Chupaba el agua que se había quedado en el fondo y nos decía que sabía muy rica. Yo, como estoy un poco gordita, no podía subir a beber y menos mal que Luke no la hizo caso y no lo probó.
EL VIAJE
Se hizo de noche y yo me empecé a agobiar, porque nadie aparecía y la comida se estaba acabando. Y cuando ya estaba a punto de entrar en pánico, oí la puerta y apareció Rosa con su hermana Paloma, que es muy simpática.
Venían con las cajas esas en las que nos metían cuando nos llevaban a un sitio que llaman Veterinario. Nos cogieron a los tres y nos metieron a cada uno en una de esas cajas.
Nos llevaron al sitio ese que hace ruido y que ellas llaman coche. Mi caja y la de Luke las pusieron en el asiento de detrás. Delante iba Paloma agarrada a una cosa redonda que giraba y Rosa a su lado con la caja de Bea encima de ella.
—Bea que venga conmigo delante, que se marea —dijo Rosa.
Y empezamos a movernos. Yo entre el runrún del coche y el traqueteo me estaba quedando adormilada, pero a mi lado Luke estaba nervioso, aunque no decía nada, como siempre.
Entonces Bea empezó a llorar, en el sonido que nosotros entendemos y a maullar, para que la oyeran Rosa y su hermana.
—¡Está vomitando! —decía Paloma.
—¡Echa espuma por la boca! —gritaba Rosa—, es el jabón que han usado los de la mudanza para lavarse las manos.
Así que, eso era, lo que sabía tan rico en el fregadero era jabón y ahora Bea se estaba poniendo malísima, mareada y vomitando todo el jabón que había comido.
Y LUKE MAULLÓ POR PRIMERA VEZ
Estaba tan mala que empezó a maullar lastimeramente:
—Miauuu —maullaba Bea con su vocecita delicada.
Y de pronto, todos oímos en el coche:
—MIAUUU
Era Luke, con un sonido propio de un gato adulto. Maullaba para que Rosa y Paloma hicieran caso a Bea.
Y así fuimos durante muchiiisimo tiempo: Bea maullando bajito y de forma lastimera y Luke maullando muy muy alto, para que nuestras humanas se enterasen.
Después de esto llegamos a una casa nueva, en la que seguimos todavía. Bea se curó, una vez que vomitó todo el jabón que se había bebido y Luke no ha dejado de maullar desde entonces.
No era mudo, lo que pasaba es que no tenía nada que decir. Hasta que tuvo que hacerlo para ayudar a Bea. Le gusta tanto su voz, que ya no para. Estamos todos durmiendo por la noche cuando de pronto se oye:
—MIAUUUUU
Y a continuación
—Chissst, calla Luke, que vas a despertar a los vecinos.
Si te ha gustado esta historia, puedes conocer cosas de la orientación de los gatos, en esta entrada.
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Y no olvides dejar algún comentario antes de irte.
Me encantan tus historias y tus libros. Estoy deseando leer la segunda parte de “el café de los gatos”. Es más, creo que me comunico mejor con mi gata.
Tu segundo libro, “ el mundo de las parejas perdidas” está creado con una sensibilidad muy especial. Disfruté mucho de las palabras y del relato.
Sigue escribiendo.